En el maravilloso camino de la vida nos relacionamos con personas extraordinarias; personas que nos inspiran a cambiar en gran medida la forma de pensar y de ver el mundo. Alguien que nos motiva, que nos enseña a establecernos objetivos en la vida y nos transmite la confianza y el ánimo para alcanzarlos. Personas que nos estimulan desde su inquebrantable espíritu, su radiante energía positiva y su determinación a vivir una vida plena de sentido. Una persona así es un verdadero líder.
Gran parte del liderazgo hoy está lamentablemente desprovisto de la calidad humana. No basta con que los líderes nos enseñen a ser productivos y eficientes; deben educarnos a ser mejores de un modo productivo y significativo.
En nuestra sociedad, tendemos a ver a un líder como una persona bien relacionada, poderosa, carismática o rica. Juzgamos a nuestros líderes por lo que tienen. Pero un legítimo líder debe ser visto por lo que no tiene: egoísmo, arrogancia o interés personal. Un verdadero líder ve su trabajo como un servicio hecho en nombre de un objetivo más alto. “El liderazgo no es poder y dominio; es servidumbre.”
El auténtico líder no busca seguidores, no quiere dominio; quiere la verdad. No impone su liderazgo a otros, ni despoja a nadie de su autonomía. Inspira por amor, no por coerción. Un verdadero líder es un ejemplo vivo de sus enseñanzas, es altruista, íntegro, ético, práctico, valiente, y sobre todo humilde. Los grandes líderes trabajan en equipo impactando la vida de otros; dan una perspectiva nueva ayudándonos a expandir nuestro estrecho campo de visión; están dedicados al crecimiento continuo, y comprometidos a construir relaciones duraderas y organizaciones fuertes.
Debemos examinar las áreas de nuestra vida en que somos vistos como líderes: dentro de nuestra familia, en nuestra clase o escuela, en el trabajo, en la comunidad... Preguntémonos: ¿Estamos haciendo todo lo posible para influenciarlos positivamente? ¿Estamos usando todas nuestras capacidades y herramientas para ayudarlos intelectual, emocional y espiritualmente? ¿Estamos alentándolos a vivir de acuerdo a su auténtico potencial, para que puedan ser líderes por derecho propio?
Un auténtico líder crea otro y otro, así como la llama de una vela enciende otra y otra, hasta que la oscuridad antes impenetrable se vuelve una luz resplandeciente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario