El Alma manifiesta la razón
misma de nuestra existencia; es la parte de nuestro ser que refleja
directamente nuestra conexión con La Luz del Infinito. Aún cuando no es
tangible y se oculta dentro del cuerpo, el alma es el tejido mismo de lo que
somos. Mientras el cuerpo abarca los aspectos materiales de nuestra vida, el
alma abarca lo espiritual.
El cuerpo es impulsado
primordialmente por la satisfacción de sus necesidades físicas. Esto no implica
que el cuerpo sea malo en sí; no lo es. Fue creado con un propósito y es
inicialmente neutro, con un gran potencial para el bien. Pero es el alma la que
da energía y guía al cuerpo para actuar de una manera altruista y conectarse
con lo divino. El alma es trascendente por naturaleza.
El cuerpo y el alma deben
trabajar en armonía. No necesitamos elegir entre uno y otro, indulgencia o
abstinencia; debemos fundir cuerpo y alma usando nuestras capacidades y talentos únicos, y así cumplir de la mejor manera la misión para la que fuimos puestos en la tierra, vivir una vida significativa, productiva y virtuosa, haciendo de este
mundo físico un hogar para la espiritualidad y la divinidad.
Llevar una vida
significativa equivale a poder atravesar la primera capa, lo material, y
conectarse con la energía interior. No es un trabajo fácil, pues el cuerpo
opera con instrumentos sensoriales (vista, oído, olfato, gusto y tacto),
mientras que el alma, opera en lo suprasensorial (emociones, conciencia,
inteligencia, y lo más importante, las fuerzas espirituales subliminales).
Cuando un científico explora
las leyes de la naturaleza, se siente llevado a levantar la cortina y ver qué
está pasando más allá de los límites de nuestros sentidos exteriores. Cuando un
niño desarma un juguete, está buscando lo mismo: el secreto que lo hace
funcionar. Esta curiosidad es una marca de la naturaleza humana. Lo mismo
sucede con nuestro propio ser. Si no reconocemos todas las fuerzas que nos
mueven, incluida el alma, nunca nos comprenderemos a nosotros mismos. Y si no
sabemos cómo funciona el alma, no podremos alimentarla correctamente. No
importa cuánto tratemos de acallarla y distraerla mediante los goces
materiales, su voz siempre se alzará, haciéndonos saber que nos falta alimentar
una parte de nuestra vida. Esto puede tomar la forma de ansiedad,
desorientación, vacío. Un anhelo de algo más.
El alma necesita ser
desafiada y el cuerpo refinado; la tensión entre los dos en última instancia saca
a la luz lo mejor de ambos. Es la resistencia misma del cuerpo la que revela la
creatividad al alma, mientras que la orientación del alma le permite al cuerpo
usar su fuerza para bien. «Un río torrentoso tiene una cierta cantidad de
energía, pero cuando se dispone un dique y esa energía es controlada, puede
multiplicarse muchas, muchas veces».
Cuando el alma es alimentada
con conciencia, generosidad, virtud, y una
conducta refinada, emerge plenamente en nuestras vidas con el calor y la
intensidad de una llama real, alzando al cuerpo consigo. Una vez que el cuerpo
reconoce el predominio del alma, el cuerpo se vuelve entonces una fuerza que
impulsa al alma a un sitio aún más elevado. Esta armonía entre cuerpo y alma se
extiende al mundo en general, uniendo el universo entero. La clave del sentido
y la felicidad en la vida, entonces, está en nuestras propias manos:
comprendiendo la simetría y el ritmo de nuestro propio cuerpo y alma.
«Toda persona tiene un cuerpo y un alma. Es como un pájaro y sus alas. Imagínate que un pájaro no supiera que sus alas le permiten volar; en ese caso, para el serían sólo un peso extra. Pero una vez que bate sus alas, se remonta hacia el cielo. Todos tenemos alas, nuestra alma, que puede elevarnos tan alto como precisamos ir; lo que debemos hacer es aprender a usarlas».
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